CONSTRUYENDO SENTIDO DE PERTENENCIA POR NUESTRAS CIUDADES
CONSTRUYENDO SENTIDO DE PERTENENCIA POR NUESTRAS CIUDADES
“Una ciudad es la manera como la gente ve las cosas, su manera de hablar, su manera de comportarse ante los acontecimientos, de afrontarlos y superarlos…” Abderrahman, Munif. 'Historia de una ciudad'(1996)
Cada uno de nosotros tiene su propio concepto de lo que es “ciudad”, cada uno tiene un concepto de la ciudad donde vive, donde nació, y si lo analizamos, no solo encontremos algunos elementos de la misma, sino rasgos que nos representan, y así es como la ciudad a la que pertenecemos se vuelve un espejo de lo que somos. Hace unos años el antropólogo Marc Augé comenzó esbozando una contradicción el No-Lugar, que es una negativa de ubicación, y se le parece mucho a lo que es una Ciudad Genérica, donde hoy en día lo global nos absorbe en todo momento, y estar presente físicamente no es precisamente estar en un lugar, sino en muchos, a través de la realidad virtual.
Los usos de la calle son resultado de la historia colectiva del espacio y de su forma de producción. En relación a este proceso de producción el espacio de la cuadra es definible como un espacio público equitativamente repartido.
Hay que hacer una distinción entre sentirse parte de la ciudad y apropiarse de espacio público, pues en contextos como el nuestro donde ni las autoridades tienen un concepto vago de espacio público, lo descuidan y la ciudad va creciendo sin guía, ni razón de ser, los vecinos en ese sentido han estado produciendo el espacio público, es el caso de las aceras, para el ciudadano promedio la banqueta que tiene frente a su casa es en parte propia y en parte de los demás (50/50), porque el vecino se ha tomado la tarea de crearla y mantenerla, por el contrario las autoridades que carecen de técnicos de las entidades que manejan, abandonan el espacio público y se dedican a mantener la calle, donde transitan los autos en óptimas condiciones, descuidando la acera, donde transitan las personas y donde estas se relacionan entre sí.
En la ciudad existen comunidades residenciales cabalmente desarrolladas —étnicas, raciales o religiosas— que cuentan con una elevada concentración de personas tribalmente estigmatizadas, en las cuales la unidad básica de la organización es la familia, no el individuo.
En la ciudad donde vivimos muchas veces, no existe relación comunitaria, ni vecinal, el individualismo y la apatía son la regla común de las relaciones sociales, sospecho que la razón va más allá de la mera configuración urbana que desalienta las relaciones sociales, y es la identidad. El ciudadano promedio se identifica con sus semejantes o parecidos, pero no se identifica con los símbolos, música, ritos, lenguas, vestimenta, estilo de vida, entre otros de los pueblos originarios del país, que por el contrario estos si tienen una identidad bastante fuerte y el sentido de pertenencia es más fuerte, sin embargo el ordenamiento jurídico actual que predispone el comportamiento de la población en general no respeta esa identidad de cada grupo social, en consecuencia esto lesiona y deteriora la identidad que se vuelve cada vez más una identidad globalizada, al ser más aceptada por la mayoría.
No es sano vivir en una ciudad donde todos vivimos unos cerca de otros, evitándonos en todo momento, apelando a la individualidad y el aislamiento, donde a causa de ese alejamiento de nuestro prójimo nos vemos obligados a vivir inmersos en redes sociales para tratar de sentir que somos parte de algo más allá de nuestro ego, hechos que la pandemia matiza de manera aguda con el distanciamiento social, y las medidas sanitarias impuestas hasta ahora. Sin embargo, de todo lo anterior, debemos continuar buscando crear condiciones de unión social en la ciudad si se necesita implementar estrategias urbanas, por ejemplo, la calidad de espacio público; que esos espacios fomenten la interacción con la adecuada condición: espacio, mobiliario, colores, sombras, velocidades, seguridad, limpieza, paz, entre quienes la habitan permanentemente, quienes la habitan momentáneamente y por quienes la visitan (turistas).
Un lugar es un sitio que tiene significado, identidad, valor, ya sea a nivel individual o colectivo. Y aquí un término con el que trabajamos los antropólogos urbanos como es el no-lugar, que es un espacio genérico, carente de significado, carente de valor, y de identidad. La definición de “el no-lugar” es negación del lugar, deslocalización. No “utopía” -lugar en ningún sitio-, sino a-lugar. Tampoco anti-lugar, no sitio contrario, ni siquiera otro sitio, sino lugar 0, vacío de lugar, lugar que se ha esfumado para dar paso a la pura posibilidad de lugar y que se identifica con la calle, con el espacio público, aquel territorio todo él frontera, cuyo protagonista es el individuo ordinario, diseminado, innumerable.
Un estacionamiento es un no-lugar, una calle sin peatones es un no-lugar, una autopista es el no-lugar por excelencia; por el contrario, un callejón donde vemos niños jugando es un lugar, una calle con bancas donde los vecinos se reúnen en la tarde a platicar es un lugar, estos grupos reconocen esos lugares y tienen un valor social para el disfrute y la convivencia. Mientras la ciudad más está invadida de no-lugares más va necesitar usurpadores de espacio público, es decir, más va necesitar Centros Comerciales, lugares donde las personas se reúnan y convivan, aunque sea con la condición de consumir. La distopía urbana es decir la no-ciudad, es un lugar que no sirve para generar sociedad, sino solo para generar riqueza económica; en la no-ciudad el individualismo, el aislamiento y la gran cantidad de Centros Comerciales es la regla común, pues ha fracasado como ciudad y se ha convertido en un mero lugar de tránsito mecánico donde la salud social, física, psicológica es lo de menor importancia, siempre y cuando la ciudad logre generar riqueza; la no-ciudad es la ciudad capitalista: En la no-ciudad el hombre es medio, no fin. Los no lugares existen precisamente por la falta de sentido de pertenencia que tengamos por un espacio público, una calle, una construcción o los famosos elefantes blancos que quedan posados en el espacio físico de la ciudad.
Y con todo esto ¿Dónde surge el sentido de pertenecer a la ciudad?:
El sentido de pertenecer a la ciudad surge en primer lugar, cuando somos parte de la comunidad, del vecindario, cuando la ciudad crea las condiciones que propician la interacción social. En segundo lugar, surge cuando la ciudad tiene lugares, es decir tiene espacios que tienen un significado para nosotros, tienen un valor por algo que experimentamos allí y no puede ser duplicado en otro sitio, así también si este lugar posee cierta mística, historia, algo que sucedió allí que marca un antes y un después para todos los habitantes de la ciudad. En tercer lugar, nos sentimos parte de la ciudad cuando nos sentimos orgullosos de lo que es, queremos pasar el resto de nuestros días allí y defendemos ese lugar por todos los valores que constituyen para nosotros, así luchamos para que ese lugar se convierta en un lugar donde vale la pena vivir.
Un elemento importante que mencionaba Marc Augé respecto al lugar y la relación con el sentido de pertenecer, es el nacimiento, el cuerpo, este comienza a tomar aprensión y nacionalidad, territorialismo desde la concepción, allí donde nace cada individuo, es su lugar en la tierra, su punto de partida, su origen, y no importa a donde quiera que vaya, ese lugar lo va llevar en su memoria. Aunque ese lugar tenga aspectos negativos que lo convierten en no-lugar, va tener un valor y un significado, se va sentir parte de este, tendrá un sentido de pertenecer a la ciudad.
Así las cosas, la ciudad va más allá de la materialidad, nos ha hecho lo que somos, nos construye socialmente y nos brinda algo invaluable socialmente, nuestra identidad, así que debemos amar a nuestra ciudad y luchar por ella. Hagamos de nuestras ciudades un lugar donde valga la pena vivir y que nos genere bienestar a todos por igual.
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