Huecos en las vías, indicador de Subdesarrollo y desgobierno.
Huecos en las vías, indicador de Subdesarrollo y desgobierno
La reciente controversia entre la alcaldesa Claudia López y el empresario Mario Hernández, por el tema de los abundantes huecos en las vías de Bogotá, ha puesto una vez más en evidencia, que los colombianos no podemos ponernos de acuerdo, ni siquiera en aspectos tan básicos y fundamentales como lo es el mantenimiento de las vías por donde transitan ricos, clase media y pobres, unos en automóviles de alta gama, otros en vehículos de marcas populares, y la mayoría en servicio público, motocicleta, bicicleta o a pie.
Tener vías en buen estado es un derecho que beneficia a todos, sin importar el estrato que se tenga, no solo por la mejora en la velocidad media que se pueda alcanzar en vías en buen estado, y la reducción en los gastos de mantenimiento vehicular público y privado, sino por lo más importante: La integridad física de los usuarios de estas, especialmente de motociclistas y ciclistas.
Si surgen discrepancias en lo fundamental, con mayor razón cuando se trata de conceptos más complejos como puede ser escoger modelos de desarrollo para impulsar el empleo, el crecimiento económico o mejora en el índice de desarrollo humano de nuestra población. Trabajar en equipo no es nuestro fuerte, eso es evidente, cada partido parece que viviera en países diferentes, ya que al escuchar unos y otros, difícilmente se hallan puntos de coincidencia.
¿Cuál será la razón, para que escaseen los puntos en común?, ¿Serán nuestras raíces, serán nuestros miedos o nuestros prejuicios?
Históricamente Bogotá, y casi todas las ciudades del país, unas más que otras, han tenido este problema, y no parece haber solución a la vista.
Para poder responder esta pregunta, primero veamos cómo estamos comparativamente en temas de infraestructura a nivel mundial, clasificación que seguramente nos ayudará a tener un entendimiento más global del problema.
En la tabla 1 podemos observar los componentes de la clasificación de competitividad para cada país en Latino América. Llama la atención especialmente, que Colombia en cuanto a calidad de sus carreteras está en el puesto 102 de 140, es decir, solo supera a 38 países del mundo en este tema. Contrasta fuertemente con Chile, México y Ecuador, quienes ocupan el puesto 24, 47 y 31 respectivamente.
Tabla 1. Componentes de la clasificación de competitividad por infraestructura.
Esta pésima calificación para Colombia, nos deja completamente claro que no se trata de un tema de percepción, y que el deterioro y mala calidad de nuestras carreteras, comparativamente hablando, realmente deja mucho que desear y pensar.
En el panorama mundial (ver tabla 2), no es de extrañar que los países desarrollados, o del primer mundo, ocupen los primeros lugares y los países en desarrollo los últimos. En el indicador de competitividad de infraestructura, es relevante el desempeño de Chile, México, Ecuador, Uruguay, Panamá y Argentina, tal como se observa en la figura 1.
Tabla 2. Ranking Mundial infraestructura 4.0 World Economic Forum 2018-2019
Lo más preocupante es que la tendencia histórica en cuanto a la competitividad de Colombia no es positiva, todo lo contrario, parece deteriorarse, tal como se observa en la tabla 3, ya que en el año 2006 ocupábamos el puesto 75, durante el 2012 y 2013 caímos al puesto 93 y 92 y en 2018-2019 llegamos al 83, es decir una desmejora de 8 puestos entre 2006 y 2019.
La pregunta es: ¿La falta de calidad en infraestructura en Colombia, incluidas las vías o carreteras, es producto del subdesarrollo (falta de recursos), del desgobierno, de la corrupción o de la mala práctica de la ingeniería?
Alguna vez le escuché a alguien decir que se podría identificar sin ningún problema que tan desarrollada es la economía de un país, simplemente observando el estado de unas cuantas calles de sus ciudades. En el caso de Bogotá, con este método sin duda se acertaría al 100%.
Es vergonzoso que nuestra ciudad capital tenga calles tan deterioradas, a tal punto que amenazan la vida de motociclistas y ciclistas. No existe ninguna excusa válida para tal situación; ni la pobreza, ni la comparación con anteriores alcaldes, ni el COVID-19 son razones valederas. Yo le preguntaría a la señora alcaldesa o a sus funcionarios encargados de estas labores de mantenimiento: ¿Permitirían una cerámica rota o un hueco en la sala de sus casas o apartamentos? Con una alta probabilidad la respuesta sería no. En nuestras casas, por orgullo, vergüenza y seguridad, independiente de nuestra situación económica, normalmente no permitimos que se note la pobreza; a tal punto que, si es necesario tomar un préstamo, reducir las salidas o gastos, cambiamos no solo la baldosa dañada, sino incluso todo el piso, para que se vea bien.
¿Por qué los colombianos somos tan orgullosos y esmerados con nuestras propias cosas, y tan dejados con los bienes públicos, especialmente con las vías y carreteras de nuestro amado país?
Nuestros alcaldes no son diferentes. Prefieren priorizar grandes obras que puedan inaugurar con bombos y platillos, salir en la televisión, radio y los medios escritos, que invertir un dinero, seguramente menor, en pavimentar vías y tapar huecos. Y ni hablar de las carreteras nacionales. Todavía el país tiene vías de una sola calzada en la mayor parte del territorio, cuando la mayoría, incluidos muchos países de Latinoamérica, tienen autopistas de 2 o más calzadas por doquier.
La pobreza de nuestra economía, comparada con los países desarrollados, no es excusa para no ejecutar obras importantes en carreteras, porque para eso existen herramientas financieras con la participación de privados nacionales e internacionales, usando peajes y concesiones.
La mala práctica de la ingeniería, seguramente también tiene mucho que ver con la baja calidad de las vías y carreteras en nuestras ciudades y territorios, íntimamente ligada con la corrupción en la administración pública. La rebaja en las especificaciones técnicas, con el objeto de bajar costos, para poder así soportar coimas, debe ser una práctica común en nuestro país, no de otra forma se podría entender que aquí se pavimente una carretera y a los pocos meses ya tenga cráteres similares a los que deja un bombardeo, algo muy diferente a lo que ocurre en obras realizadas en otras latitudes, donde las mismas perduran por muchos años en perfecto estado. Me niego a creer que tengamos tan malos ingenieros.
Figura 1. Clasificación de Colombia en Infraestructura (140 países).
Un ejemplo vergonzoso de la mala práctica de la ingeniería lo podemos ver en el proyecto Transmilenio en Bogotá y sus famosas losas, instaladas a finales de los años 90. A los doce meses de inaugurado, muchas ya estaban rotas, y a lo largo de los años, según cálculos optimistas, los costos de reparación superan los 100 mil millones de pesos. También hubo funcionarios condenados por este problema, lo cual comprueba nuestra teoría de íntima relación entre la corrupción y mala práctica de la ingeniería.
El desgobierno es la última opción que analizaremos, pero no por eso deja de ser importante. Al igual que pasa con los objetivos de generación de empleo formal y fortalecimiento del tejido empresarial, en los temas de infraestructura, la mayoría de colombianos, incluidos obviamente los políticos, no tenemos claridad de su importancia y papel, y por tanto no son priorizadas en los planes de gobierno local y nacional.
Volvemos al tema central, no existe consenso entre la población en general y menos entre nuestros políticos, en el papel que juegan las empresas en la generación del empleo, menos vamos a entender la importancia que tiene en la economía, el bienestar y el desarrollo de un país, el contar con una infraestructura de calidad. Hasta tanto no tengamos claridad en estos temas, nada pasará diferente a lo que hemos visto hasta ahora.
¿Por qué es importante que todos o la mayoría de ciudadanos tengamos claridad en la relación que existe entre empresas, generación de empleo e infraestructura en la competitividad de un país, acaso no es un tema que deben manejar únicamente nuestros políticos?
Tabla 3. Evolución de la clasificación de infraestructura a través de los años.
Nuestros políticos se mueven al ritmo de las encuestas y la percepción de su gestión por parte de la ciudadanía, esa es la verdad, sin importarles las consecuencias negativas que esto le traiga al país en el futuro. Como prueba de esta realidad, tenemos la fallida reforma tributaria, donde se prolongaba el ingreso solidario para la población vulnerable, además de continuar con el PAEF para el fomento del empleo, también se proponía de reducir la tasa de impuesto a la renta para MIPYMES. Desafortunadamente exigía incrementar impuestos a personas naturales, entre otros, lo cual tuvo muy mala acogida en la población en general, quizá por el momento que pasa el país y por la falta de claridad en el tema.
Los políticos, sin excepción, hicieron lo más fácil para ellos y lo más duro para el país, se alinearon rápidamente con la población y la rechazaron vehementemente, conociendo las graves consecuencias que esto traería: La pérdida del nivel de inversión de Colombia por parte de las calificadoras internacionales, lo cual afectará fuertemente las tasas de interés de endeudamiento del país, es decir nos costará mucho dinero a todos los colombianos, además de la devaluación de nuestras empresas y economía en general.
Tarde o temprano Colombia tendrá que hacer una reforma estructural en este sentido, reduciendo los impuestos a las empresas, para incentivar la inversión empresarial, la creación de empresas y la generación de empleo formal, pero para que esto ocurra, la población en general, deberá entender el por qué y para qué hacerlo, y estar incluso dispuestos a pagar más impuestos como personas naturales, porque debemos recordar que, los políticos se mueven al ritmo de las encuestas, sin importarles que vayamos rumbo a un abismo.
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