La Democracia a Través del Tiempo: Influencias Romanas en la Política Moderna

Editorial

La Democracia a Través del Tiempo: Influencias Romanas en la Política Moderna

La Democracia a Través del Tiempo: Influencias Romanas en la Política Moderna

 

Por: Ing. Abdón Sánchez Castillo -Master of Business Administration (MBA) Universidad de los Andes.

 

La más reciente novela histórica de Santiago Posteguillo, Maldita Roma, nos ofrece una visión magistral de cómo se manejaba la política en los tiempos de la República Romana. A través de esta obra, el autor narra la apasionante historia del ascenso político de Julio César. Al igual que en la política actual, la romana estaba llena de intrigas, corrupción, ambición, mentira y traición, elementos que lamentablemente no han cambiado hasta nuestros días.

Durante los primeros años (753 a 509 a.C), el sistema político en Roma fue la monarquía, hasta que llegó al poder Tarquino el Soberbio (534 a.C), quien utilizó la violencia, el asesinato y el terror para mantener su control sobre Roma, como ningún otro rey lo había hecho antes. Luego de su expulsión, los romanos aborrecieron la monarquía y decidieron convertir a Roma en una República (año 509 a.C). Para evitar la trampa del poder en manos de un solo general, diseñaron una estrategia que les funcionó casi 5 siglos: elegir por voto popular, por un año, a dos Cónsules, quienes tenían bajo su mando el ejército, y uno ejercía contrapeso al otro, para que no tomara demasiado poder y resultara en una dictadura.

Roma fue una república con una larga historia de gobierno «democrático». Después de la expulsión de los etruscos y su rey, la ciudad-Estado fue gobernada por un Senado o asamblea con magistrados electos, cónsules y tribunos, ambos con limitaciones del período en el cargo.

Es importante aclarar que el sistema de votación que usaban los romanos era muy diferente al nuestro, solo un porcentaje de la población, divididos en cinco clases económicas, podían votar. El derecho al voto fue establecido con base en la riqueza económica que tenían los ciudadanos. Su sistema era tal que en realidad los más ricos eran quienes elegían a los Cónsules, ya que apenas se formaba la mayoría en la elección, se detenía la votación, es decir, los más pobres nunca alcanzaban a votar.

Tanto temían los romanos y el senado al efecto que ejercía en la mente de los cónsules el poder que otorgaba un inmenso e invencible ejército, utilizado para mantener a raya los pueblos barbaros que los rodeaban o para expandir sus territorios, que a los cónsules no se les permitía entrar a la ciudad de Roma, antes de terminar su mandato y licenciar a sus soldados.

Este sistema funcionó durante muchos años, hasta que surgió el Dictador Sila (82 a 79 a.C.), seguido por Julio César, quien se convirtió en Dictador en el año 46 a.C. Posteriormente, Augusto se proclamó como el primer emperador en el año 27 a.C., inaugurando la era imperial, una forma de monarquía donde el emperador tomaba el lugar del rey. Eventualmente, este sistema llevó a la desaparición del imperio romano.

Volviendo a la novela de Posteguillo, Julio Cesar, tenía innumerables enemigos políticos, que hacían lo que fuera por interponerse en su camino, entre ellos Marco Tulio Cicerón,  Cneo Pompeyo Magno, y Marco Porcio Catón. El soborno era una práctica común en Roma, para lograr ser elegido, y para torcer la verdad en caso de ser necesario. Según Posteguillo, Pompeyo, Cicerón y Catón no tuvieron ningún escrúpulo en utilizar estas artimañas.

Sorprende ver como a pesar de pasar más de dos mil años en la historia de la humanidad, las cosas no han cambiado para nada, y la política se sigue manejando de la misma forma. En la política moderna, al igual que en la romana, no importa si se tiene que mentir, sobornar, engañar o incluso asesinar para lograr el objetivo de obtener el poder, y manejar los recursos de una nación. En las noticias diarias se evidencian ejemplos de esto y obviamente, la política colombiana no es la excepción.

La historia romana es apasionante, y nos demuestra la fragilidad del alma del ser humano y la necesidad de que una democracia se blinde a través de su constitución, para evitar que un líder carismático puede tomarse el poder  indefinidamente, lo cual, ha sido demostrado no solo gracias a los romanos, sino también de muchos otros ejemplos en la historia actual, tales como Afganistán, Argelia, Angola, Rusia, Cuba, Venezuela, China, Corea del Norte, Nicaragua y otros 42 países que lo están padeciendo. Una dictadura invariablemente significa perder la libertad de sus ciudadanos y el sendero de la prosperidad y el desarrollo y lo más grave, estar expuestos al riesgo de caer indefinidamente en manos de un dictador abusivo, corrupto, mentiroso, deshonesto, perverso, y asesino.

Afortunadamente, la Constitución Política de Colombia, en su Título XIII, establece claramente los mecanismos y procedimientos para modificarla: mediante acto legislativo, por una Asamblea Constituyente o por el pueblo mediante referendo. Sin embargo, cualquiera de estos caminos debe ser previamente aprobado por el Congreso de la República.

Los romanos sabían que el poder enceguece, y por tal razón practicaron la rotación anual de Cónsules, lo cual les funcionó exitosamente durante muchos siglos, hasta que, debido a lideres carismáticos y poderosos como Julio César, volvieron a caer en la dictadura, para nunca más volver a salir de allí, Dios nos libre.


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