ME QUIERO VESTIR NARANJA

Por: Juan Camilo Rojas Arias

ME QUIERO VESTIR NARANJA

Hay cosas que existen y que sabemos, cosas que existen que desconocemos, y cosas que sabemos y desconocemos, es en esta última en donde me quiero centrar en esta columna. Siempre he sido un promotor y un fanático de la universalidad del conocimiento y del valor de las ideas cruzadas en nuestra realidad, aunque el conocimiento y la investigación suponen un reto de infinidad, la heurística mental supone la barrera de los atajos y la limitada concepción de la comodidad para entender la realidad bajo nuestros propios paradigmas y sesgos.

Desde la promulgación de la ley 1834 de 2017 “Por medio de la cual se fomenta la economía creativa- Ley Naranja” nos han inundado los ojos (la cabeza opone un poco más resistencia que lo visual) sobre lo fantástico que supone reconocer el valor de las mentefacturas en el mundo, de la creatividad, de las ideas y de la cultura en la economía y el cuasi infinito valor económico que supone la industria de las ideas en el mundo, de hecho, si tomamos como referencia las mediciones de la Conferencia de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD) este producto de las mentefacturas sobre inmateriales y contenidos seria la 5ª mercancía mas transada del planeta. Si bien no pretendo opacar el ánimo de los promotores de la economía naranja, porque desde mi percepción es deseable y necesario la búsqueda de respuestas económicas para un mundo que paso a paso está girando en torno a la necesidad de reevaluar los paradigmas que damos hoy por ciertos, como la expectativa de vida, las formas de vida, la transformación de la realidad que supone una vida conectada e interconectada 24 horas, la masificación de la urbanización de los pueblos, el replanteamiento del agro, la eficiencia en el uso del suelo y de las energías no renovables, lo que pretendo, más allá de toda bondad de la economía naranja, no es centrarme en lo evidente de sus beneficios y macromodelos, es ir más allá de lo establecido.

Ya en una oportunidad plasmé mi opinión en estas columnas sobre la visión fetichista de las normas que permea en nuestra cultura a diario, argumentando y sosteniendo aun por empirismo, que la expedición de una norma no hace un mundo mejor, más lo que lo que si genera cambios es el resultado de la acción más el pensamiento y es aquí donde quiero vestirme de naranja. ¿Por qué vestirnos de naranja?, vestirnos de naranja no es solo sacar provecho económico de los bienes creativos, de las estrategias digitales y de los valores inmateriales de la tecnología o la cultura respecto de los millones de contenidos virtuales que se generan por segundo en el mundo, no solo es repensar los paradigmas para ver cómo nos lucramos de una determinada idea, vestirse de naranja tiene un componente básico, y es reconocer a la mente como precursor de cambio, entender que los paradigmas preestablecidos no son dogmas y que como los mercados, las sociedades también necesitamos adaptarnos al cambio, exigir a las instituciones y trabajar por un realidad mejor que no responda al impulso de lo prestablecido por las instituciones, en fin, entender que para tornarnos en una mejor realidad, pensar en una forma disruptiva es la clave.

Vestirse de naranja es romper los paradigmas sociales que nos encadenan a aceptar el status quo sin más que desear un país mejor, vestirse de naranja no solo es pensarlo, es asociarnos, es generar sinergias colectivas más allá del lucro económico para conseguir algo, las revoluciones naranja han tenido picos en la humanidad, como la revolución científica, industrial, de derechos, la revolución tecnológica que vemos ahora, en fin, vestirse de naranja es entender que necesitamos un cambio y hacerlo realidad, no como una idea aislada en el universo, sino como un propósito teniendo en cuenta las facilidades de interconexión  a través de medios accesibles a todos, sobre una base de cultura, tecnología, encadenamiento de ideas y sobre todo reconociendo el valor absoluto del ser en sí mismo.

Cada área de conocimiento tiene un reto enorme frente a la realidad, los modificadores de espacios físicos tienen el reto del uso eficiente del espacio con enfoques necesarios de sostenibilidad, construcciones verdes y auto sostenibles, la economía naranja ya está haciendo lo propio, la medicina y la tecnología como enfrentaran los dilemas éticos de la revolución genética, la expectativa de vida tiende aumentar exponencialmente, los pensadores y los formuladores de política deben repensar el actual paradigma de producción y bienestar en un mundo seguramente longevo y modificado, el derecho, en especial la tradición escrita, como va responder a un mundo cada vez más dinámico donde la interpretación no haga ineficiente la norma escrita y donde la norma escrita no anule el necesario dinamismo del derecho que por naturaleza debe ser dinámico y acorde con cada momento social, pero ¿cuál es el reto de la sociedad en conjunto?.

Por qué en las sociedades actuales no se inculcan los valores sociales con el mismo énfasis de los valores profesionales, en la medida en que no nos unamos bajo el encadenamiento de ideas hacia un lugar común mejor, siempre estaremos condenados a la tiranía de la democracia, un porcentaje siempre beneficiado y otro porcentaje seriamente afectado. El punto es que ver la vida bajo el esquema de lo naranja es la única avenida no congestionada por el tiempo, los convencionalismos y los intereses de pocos bajo la promesa de muchos para generar disrupción en un mundo que lo necesita, debemos utilizar los avances del mercado para incorporar nuevos instrumentos a nuestro relacionamiento social y político, la tecnología ha permitido que cualquier escenario sea un punto triunfal de exhibicionismo moderno, de igual forma, volvamos las redes sociales un mecanismo de control político, no de sátira ni satanización con mentiras, empleemos los instrumentos de la economía naranja para llenar de contenidos culturales y políticos nuestro encadenamiento social, porque no debemos olvidar que las premisas naturales siempre aplicaran incluso a las sociedades más “urbanizadas” y que los ecosistemas necesitan de todos los actores para equilibrarse, porque de fallar ese equilibrio, una especie se fortalecerá siempre en detrimento de otra y depende todos, no de unos pocos, mantener nuestro ecosistema sano, en suma lo que se trata es de hacer un intercambio entre la comodidad de seguir en la corriente o sacrificar el estado de comodidad por avanzar, por eso me quiero vestir de naranja.

 

 

Juan Camilo Rojas Arias

Abogado, especialista en derecho comercial con dos Maestrías en Derecho Internacional, Derecho Económico y Políticas Públicas,
actualmente optando por la candidatura a Doctor por la Universidad de Salamanca España.
E-mail:
camilor99@hotmail.com

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