Sucesiones: Los bienes propios y las recompensas
Sucesiones: Los bienes propios y las recompensas
Por Dalia Hernández
Dalia@garciayhernandez.com
¡Ay! Desde el título ese lenguaje de abogado que es técnico y difícil de entender. Pero no se me asuste. Si sigue mis escritos ya sabrá que luego se lo aclaro todo. Si no, espero que disfrute esta lectura. Verá que el Derecho no es tan complicado.
Empecemos.
Una pareja se casa, ilusionada y feliz. Busca formar familia. Luego, pasan los años, cambian los empleos, se mueren los abuelos, llegan los hijos, también los nietos y en algún punto la vela se apaga para alguno de los dos.
Que difícil lidiar con la muerte de esa pareja luego de tantos años. Conozco este sufrimiento muy de cerca y mi sugerencia es siempre apoyarse en un psicólogo. No es para locos, ni para tontos. Están ahí para usarse. Son lo mismo que el médico al que se le consulta porque a uno le duele la cabeza, solo que estos saben de dolores en el alma.
¿Por qué le cuento todo esto? ¿Qué de legal tiene? Ya verá.
Resulta que ella se casó cuando ya era dueña de un apartamento, aunque debía una parte. Él no tenía mucho, pero por el camino su abuelo le heredó por testamento y bajo legado (en otro momento le cuento más sobre testamentos) esa casa de recreo en Anapoima.
Y la vida siguió. El apartamento se vendió y la finca también, para comprar algo más grande porque llegaron los gemelos.
Luego viene una pandemia monstruosa y se lo lleva a él. Dejó a la viuda desconsolada, a los niños ya profesionales, otros bienes, dinero en cuentas y tres carros. Uno de ellos es un lujoso Mercedes.
Lo que el saber popular dice es que es el 50% para la señora y el resto para los hijos. Casi que todo el mundo lo recita. Pero si se les preguntara ¿el 50% de qué? Posiblemente digan pues de todo. No siempre es tan simple. Es más, casi nunca es tan simple. Para que me entienda, en ningún caso es simple.
La realidad es que el inmueble de ella es *un bien propio* porque lo tenía antes de casarse y no fue producto del trabajo común. Luego tendría derecho a coger ese valor (el de cuándo se casó), actualizarlo y pedir que le devuelvan su plata.
Igual ocurre con la finca porque se recibió como “regalo” del abuelo. La pareja no trabajó para conseguirla (está es la idea general del asunto).
Entonces, si ella pide su parte y los hijos hacen lo propio (técnicamente reclaman las recompensas) la matemática cambia.
Vamos a suponer que es un patrimonio de $ 1.000 millones.
Con la lógica peatonal el asunto es $ 500 para ella, $ 500 para los hijos. Son dos. A cada uno le tocan $ 250.
Ahora la versión abogado con el mismo patrimonio de $ 1.000 millones.
Ella tiene derecho a una recompensa de $ 300 a su favor por el apto (me quedan $ 700), pero como debía una parte ($ 100) que pagó de su sueldo y ya casada el sueldo debe ser para el sostenimiento de la familia, le debe a la sucesión los $ 100 que la sucesión le prestó. Le resto $100 a los $ 300 y en realidad me quedan $ 800 para repartir.
Ahora sí. La mitad para ella, son $ 400. A cada hijo le tocan $ 200. Y a ella a título de recompensa $ 200 extras.
Pero espere. Aparece el abogado de los hijos o algún familiar atento a decir: ¿Y el apartamento de Anapoima? Eso ahora vale una fortuna. Entonces vuelva a hacer la cuenta.
Ella tiene derecho a una recompensa de $ 300 a su favor por el apto (me quedan $ 700), pero como debía una parte ($ 100) que pagó de su sueldo y ya casada el sueldo debe ser para el sostenimiento de la familia, le debe a la sucesión los $ 100 que la sucesión le prestó. Le resto $100 a los $ 300 y en realidad me quedan $ 800 para repartir. Pero a esos $ 800 hay que restarle ahora $ 450 de la finca de Anapoima que no pueden distribuirse con la señora porque al ser una herencia solo le toca a los hijos. ¡Ufs! Qué párrafo más duro de leer.
Entonces, traía $ 800, le restó $ 450 y se los pasó sólo a lo que reciben los hijos y me quedan $ 350. ¡Barajo y reparto!
A ella: Le tocan $ 375.
A los hijos: Les tocan $ 625. Entre 2 son $ 312,5 para cada uno.
Y sumo: $ 375 + $ 625 = $ 1.000.
Matemática comprobada porque son los mismos $ 1.000 del comienzo, pero ahora cada hijo se lleva $ 312,5 no $ 250.
Y si le sigue metiendo variables se sigue enredando. De cada operación hay que redactar, ajustar y hacer citas de los antecedentes desde que se casaron. ¿Ahora entiende porque los abogados de sucesiones suelen cobrar honorarios que la gente del común percibe como caros?
Todo esto ocurre con gente llorando, cambiando de parecer, insultándose, sufriendo o diciendo que no quieren plata, pero si el Mercedes o que quiere que le den su parte de una vez porque perdió el trabajo y no tienen para pagar el arriendo.
Y por el camino es posible que salga el hermano a decir “la casa de Anapoima es mía porque yo vivo allá y llevo 5 años cuidando y pagando” y la hermana dice que el hermano no merece nada porque se fue para Anapoima hace años y dejó de ver por sus papás y que eso no es justo.
Interesante el panorama. ¿No?
Pues ahora hagámoslo práctico: todos declaran renunciar a cualquier derecho que puedan tener a reclamar por cualquier concepto sobre bienes propios vendidos que causen recompensa o herencias y que por tratarse de una sucesión de mutuo acuerdo las partes deciden repartir así: *** Y usted define qué quiere, cómo y cuándo y de paso le devuelve a su mamá el teórico 50% del comienzo, para que reciba $ 500.
Ya se lo que está pensando. ¿Quién va a ser tan infeliz de meterse a pelear por las cosas con su propia madre o con su única hermana. Usted me dirá que eso se hace todo de mutuo acuerdo. Fácil y rápido.
Eso sería lo ideal, pero recientemente estoy lidiando con peleas mucho más intensas de esa gente de la que se dice son divinamente. Así que no está de más saber lo de las recompensas.
Espero que este artículo le guste y si quiere escríbame y me cuenta sus anécdotas, comentarios o preguntas.
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